Por: Ernesto Hernández Alarcón
Esta temporada regular, fuimos testigos de bastantes encuentros que superaron los ochenta unidades. Las ofensivas tuvieron festines de puntos y anotaciones. Todo un circo aéreo que bajo mi apreciación, mal acostumbró a muchos seguidores y aficionados. Inclusive varios analistas de la NFL, de distintos medios llegaron a una conclusión: “El dicho: “Las defensivas ganan campeonatos” ya es un mito, una idea arcaica ante la “moderna” NFL”. Y siendo honesto, con mucha reticencia, pero en lo personal, llegué a considerarlo como una triste realidad (un servidor es amante del fútbol americano de la vieja escuela: ataque sostenido por tierra conjugado con defensas dominantes). A ello súmenle las grandes concesiones que ha brindado la liga a las unidades ofensivas: las modificaciones a algunas técnicas de tacleo, las duras sanciones del “casco versus casco” y la sobre protección al mariscal de campo. Afortunadamente, en este Súper Bowl LIII, la mente superior de este deporte, es decir Bill Belichick, nos recordó y comprobó, que: (léase en mayúsculas, negritas y en cinerama) Sí señor, las defensivas siguen y seguirán ganando campeonatos. Y ese es uno de los mayores aprendizajes que nos lega esta edición del juego grande de la NFL. Los Patriotas levantan su sexto trofeo Vince Lombardi y por ahora, se erigen como la máxima dinastía de la historia. No tienen ya absolutamente nada que demostrar, porque si había alguna duda, en esta ocasión el genio del Belichick develó su impresionante inteligencia y precisión táctica. Sin duda Brian Flores colaboró bastante para generar un plan de juego que prácticamente nulificó -con una defensiva promedio- a la segunda mejor ofensiva de la liga. De hecho, hay personas que le están dando el crédito. Pienso, sin demeritarlo, que fue el “monje” quien estuvo detrás de toda esa estratagema y de paso, se llevó a la escuelita a un Sean McVay que -esperemos- haya aprendido algo, aunque casi estoy seguro que ni siquiera pueda hacer otra cosa más que estar atónito ante la supremacía de su homólogo. Vale la pena señalar, que tenemos otro genio que también ganó su respectiva batalla: Wade Phillips, superando al joven Josh McDaniels, pero desafortunadamente para él, su trinchera fué la retaguardia. Un partido electrizante (y con todo respeto, pero quien lo calificó de “aburrido”, debe ser fanático del soccer), un auténtico ajedrez, que dada su naturaleza, se iba a definir con quien anotara seis puntos primero. Cuando las defensivas empezaron a doblarse, entonces, “as usual”, Tom Brady supo responder y sobreponerse a un Jared Goff, también sumamente superado y a quien le quedó grandísimo este magno evento. Este año, los Pats fueron sobrevivientes, a inicio de campaña no contaron con Julián Edelman, subsistieron con un Gronkowski limitado y sufrieron con la suspensión de Josh Gordon. Así mismo, me atrevo a señalar, que esta versión de su equipo, es la segunda más vulnerable de todas con las que han llegado al juego grande. Por si fuera poco perdieron en el SBowl a Patrick Chung, fundamental en su secundaria. Aún así, salieron adelante aplicando el “Principio de Pareto” y los grandes ajustes del ya citado Belichick (en especial en la necesidad de presionar a los mariscales de campo contrarios) y lograron la grandeza de nueva cuenta para beneplácito de sus ya muchos seguidores y disgusto de sus también múltiples detractores. ¿Merecen los Patriotas ser considerados el mejor conjunto-dinastía de todos los tiempos? Los asteriscos y “asegunes” de su trayectoria serán una losa con la que siempre cargarán, toda vez que es una franquicia que ha estado envuelta en polémica y ha polarizado todo el entorno de la NFL, empero, en este momento, Brady, Belichick y Kraft, pueden voltear al cielo donde están los Dioses de la Liga y agradecer su lugar en el Olimpo de este gran deporte.