Nuevo Laredo.- En medio del fervor democrático que precede a las elecciones en Nuevo Laredo, el Partido Movimiento Ciudadano enfrenta una amenaza interna que cuestiona sus principios fundamentales. La irrupción de figuras políticas provenientes del Partido Acción Nacional (PAN) ha desatado una ola de descontento entre los militantes y simpatizantes que esperaban un cambio.
En particular, la llegada de Alfonso Salas, exrector de la Universidad Tecnológica, genera inquietud y desconfianza. Salas, con vínculos previos con el exalcalde Enrique Rivas, es señalado por malos manejos dentro de la universidad y por su participación en maniobras políticas a favor del PAN. Las acusaciones de operar campañas desde la institución educativa, utilizando a alumnos como peones y presionando a profesores para sumarse a las campañas, revelan prácticas que distan considerablemente de los valores que Movimiento Ciudadano busca encarnar.
Su transición al Movimiento Ciudadano, donde el ahora precandidato a la Diputación Federal, plantea preguntas sobre la autenticidad de sus motivaciones políticas. Este abogado gris, sin una trayectoria política destacada, se encuentra en los últimos lugares de los sondeos, evidenciando la falta de respaldo que enfrenta entre los ciudadanos que anhelan un cambio genuino.
El desembarco de otros expanistas, como la regidora, Ariadna Garza y el dirigente local Oscar Treviño, añade capítulos a este cuestionable giro en la política local. La traición y la búsqueda desesperada de candidaturas en el Movimiento Ciudadano socavan la credibilidad del partido, que lucha por dejar atrás la vieja política y abrazar una nueva era con líderes frescos y comprometidos.
En este contexto, la presencia de Alfonso Salas emerge como un símbolo de ambición vulgar, alejado de los ideales que pretende representar Movimiento Ciudadano. Su pasado oscuro, vinculado a prácticas dudosas y a una política tradicional, pone en entredicho la capacidad del partido para mantener su identidad frente a la llegada de estos personajes.
Movimiento Ciudadano se enfrenta a un dilema crucial en Nuevo Laredo: mantener su integridad y sus aspiraciones de renovación política, o permitir que la sombra del pasado oscurezca sus posibilidades de consolidarse como una alternativa auténtica para la ciudadanía.