La condición de indigencia es un alto porcentaje de la población nacional, un 36 % según datos estadísticos del 2011, y que sin duda se han incrementado a la fecha, resulta ser una dolorosa realidad del fracaso de los programas asistenciales de los gobiernos pasados y del presente. Los males asociados a esta situación son muchos: Desnutrición, enfermedades gastrointestinales y de las vías respiratorias; promiscuidad y violencia domestica; analfabetismo y subempleo; prostitución y drogadicciones, etc.
Un alto número poblacional que se ve con preocupación por significar un deterioro de la urdimbre social y un potencial detonante de disturbios y manifestaciones callejeras. No obstante, para fines político electoreros, este sector de la población se considera como un filón electoral codiciable que ha de ganarse con el recurso del paliativo de ofrecer modestas despensas con lo más indispensable y cobertores en temporada de frio.
La estrategia de ganar votos por este medio es característico de todos los partidos políticos sin excepción. Claro que el Partido en el poder tiene más recursos para financieros, materiales y humanos para esta amañada y perversa actividad que solo busca simpatizantes, y finalmente sus votos que le aseguren el triunfo de sus candidatos. Esto es una compra de votos descarada, a la vista de muchos, inocultable. Hay otras formas menos visibles, igualmente cínicas. El parte de la folclórica manera de hacer política en México.
Y el ciudadano empobrecido, acepta agradecido lo que se le da, quien se lo dé. No importan los colores partidistas. Todo es recibido y todos bienvenidos, cuantas veces lo encuentren, al fin de cuentas no votará por ninguno, o seguirá el consejo de su confesor si es profesante.
Activismo político interesante, que nos obliga a pensar en el proceso que hace posible destinar bienes para conquistar la población menesterosa. En primer término, está el monto y la procedencia del dinero destinado para este fin. Luego conocer los mercados para la adquisición de los productos que contienen las despensas. Por otra parte, saber el gasto concerniente a la manufactura de las cajas y la publicidad impresa en ellas. Otra pregunta sería tener noción del embalaje, distribución y almacenamiento de las despensas y finalmente su distribución.
Implica, además, que Secretarias como Hacienda, Salud, INE, tuvieran una supervisión de esta frenética actividad preelectoral.
Hasta la próxima.
Juan Crisóstomo.