Desespera tortuguismo en obras a la ciudadanía

NUEVO LAREDO, Tam.- Los trabajos de reparación de tubería de agua potable y drenaje sanitario, así como de pavimentación y repavimentación asfáltica que realiza el gobierno municipal, están a punto de acabar con la paciencia y tolerancia ciudadana.


En diversos puntos de la ciudad, contratistas de Obras Públicas han perforado las calles sin ton ni son, al grado de provocar cuellos de botella y el clásico serpenteo de automovilistas y camiones urbanos, principalmente en las horas pico de entrada y salida de clases.


Vicente es un universitario que todas las mañanas toma la calle Campeche, luego la avenida Reforma para llegar a su escuela, y como muchos otros alumnos sufre las peripecias propias de un gobierno ciego, mudo y sordo ante el clamor ciudadano.


“Está bien que hagan las construcciones, pero que no la amuelen, las calles están cerradas y uno tiene que tomar otro trayecto y se tarda uno más, no se puede pasar por ningún lado, yo digo que construyan rápido y que ya queden todas las calles listas”, señala.


Hace unos días, la alcaldesa Carmen Lilia Canturosas dio a conocer grandes montos de dinero que según se aplican en estos trabajos, pero para el ciudadano común las cifras están de más porque no tienen manera de probarlas, y son ellos los que -más que números- quisieran escuchar cuándo va a terminar todo este caos vial que desde hace más de tres meses tiene ahogada la ciudad.


“He pasado por alguna calle que está cerrada y he tenido que tomar otra ruta más lejos y se están tardando en arreglarlas. Uno tiene que tomar otra ruta o irse por otra calle que no conoce. Es algo complicado”, menciona Lupita, otra estudiante que todos los días sufre la lentitud en los trabajos y nadie está ahí para informarla de cuánto quedarán las calles libres de estorbos.


El secretario de Obras Públicas, Carlos Germán de Anda, ha demostrado una marcada novatez al autorizar varios tramos en una sola calle al mismo tiempo, en lugar de hacerlo en forma programada y ordenada para no afectar la circulación vial o a los peatones.


No es la primera vez que De Anda cobra como funcionario. Cuenta con la experiencia que le dejaron administraciones anteriores, entre las que destaca la dirección de Planeación Municipal, pero por ningún lado refleja intención de solucionar todo este caos que su falta de prudencia ha ocasionado.


Tal pareciera que poco le importa la molestia que estos trabajos provocan en la ciudadana. Lo que le importa es que la alcaldesa lo vea trabajando, aunque las asignaciones de obra se hagan “como el Borras”.


“Hay que ver una cosa, que están ocasionando accidentes, provocan pérdida de tiempo y caos, a veces pleitos entre los mismos automovilistas porque llevan prisa. Yo estoy de acuerdo que arreglen las calles, pero que vayan por secciones, porque están por todas partes.


“Por un lado sé que va a quedar muy bonito, pero por el otro estoy muy molesta, señorita presidenta, se están ocasionando accidentes y a mediodía hasta recordatorios maternales hay, y uno tiene que aguantar todo eso”, menciona Lourdes, una ama de casa que en su semblante refleja la impotencia de no poder hacer nada para arreglar el problema.


En administraciones anteriores, como la de Arturo Cortez Villada, Horacio Garza Garza y Mónica García, las obras se hacían en forma programada y las autoridades comprometían al contratista a terminar los trabajos lo antes posible. Le ponían fecha terminante “o no había pago”.


Los alcaldes que siguieron, Daniel Peña, Pepe Suárez, Benjamín Galván y Ramón Garza Barrios, también “echaron la casa por la ventana” en sus respectivos turnos y la ciudadanía ni siquiera resintió la molestia porque también las hicieron pensando en afectar lo menos posible a la ciudadanía. Vaya, establecieron rutas alternas y contrataron espacios en los medios de comunicación para informar oportunamente a los ciudadanos al respecto.


Fue precisamente Garza Barrios quien logró dejar pavimentada la ciudad al 98%, y la ciudadanía no se quejó porque los trabajos lo dirigieron personas experimentadas en estos menesteres que, así como cerraban una calle, vigilaban de cerca que se cumpliera en tiempo y forma con las obras.


Hoy, la queja no sólo viene del ciudadano común o la ama de casa que tiene que ir al mandado en el transporte urbano. También viene de trabajadores que diariamente se enfrentan a la molestia de que el camión ya no pasa donde antes lo tomaban porque se tuvo que desviar por algún hoyanco provocado.
Pero como dice el dicho, la culpa no la tiene el indio.


Bastante responsabilidad tiene en esto la dirección de Comunicación Social, que se ha visto rebasada sustancialmente por el movimiento de maquinaria pesada y no ha sido capaz de informar debidamente a la ciudadanía respecto a las calles que se encuentran bloqueadas.


Otro sector afectado por estas obras mal planeadas es el de los empleados, sobre todo aquellos que laboran en el sector centro. En repetidas ocasiones han llegado tarde a sus trabajos por esperar en la ruta normal a los camiones urbanos que tuvieron que desviarse a otra vía.


También se ven afectados los maestros, los obreros de maquiladoras y familiares de enfermos que por necesidad tienen que llegar a tiempo a sus destinos.


De continuar esta situación, es de esperarse que muy pronto la ciudadanía llegue al hartazgo y se comiencen a escuchar las protestas por el tortuguismo con que Obras Públicas trabaja y la complicidad que ejerce sobre los contratistas para que terminen los trabajos cuando les dé su gana.


Mientras tanto, el pueblo sufre las consecuencias de esta novatez y falta de planeación en la realización de las obras.


Son obras necesarias, sí. Eso no se niega. Lo que el pueblo sufre es por la lentitud en las obras. Hay tramos en donde durante varios días no se ve movimiento. Las calles están abiertas y los responsables no tienen para cuándo.

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