Por: Ugo Codevilla, Analista (Uruguay)
Es muy difícil de comprender cómo es posible que por tercera ocasión, Andrés Manuel López Obrador arranca primero en las encuestas para la Presidencia y la gente comenta, sumisa, que aunque gane no lo dejarán llegar. Pese a que el alcance de estas palabras es extremadamente grave, el mexicano común está resignado a un sistema político cada vez más corrupto, mafioso, antipopular.
En las dos elecciones anteriores, AMLO iba como candidato de lo que se ha querido llamar “partidos de izquierda”; sin embargo, al entender que los votos obtenidos por esas organizaciones alimentaban acciones contrarias a su óptica de la inocultable tragedia mexicana y lo que debía hacerse para impedirla, decidió formar un frente que luego se transformó en partido: Morena. Hoy, no lo acompañan esas orgánicas, pero sigue punteando en las encuestas, cifras poco útiles en un país donde las empresas dedicadas a esta actividad (como en gran parte del mundo), se equivocan por amplios márgenes. Con todo, me atrevería a asegurar que AMLO empezará el año 2018 con un margen soslayado en medios, de 20% arriba de su siguiente competidor.
¿Cuál es la nueva estrategia para impedir que gane? Primero, la mal llamada izquierda (PRD) se arrejuntó al partido de derecha por antonomasia (PAN) en un frente (Frente Ciudadano) que llevará a un candidato aún indefinido; segundo, se han anotado 80 candidatos independientes (o más) de los cuales, quedarán cuatro o cinco (con suerte), empeñados en restarle votos a AMLO y tercero, con la división del voto, más una cantidad obscena de dinero, el PRI intentará imponer a su candidato dado que manipula el Instituto Nacional Electoral (INE) y al Tribunal Federal Electoral (TRIFE). A lo anterior, es preciso sumar a los compradores de votos, profesión cada vez más redituable en México.
Ya se había observado lo malintencionado del gobierno de convertir a AMLO en “enemigo nacional”; ahora, han conseguido unir a todas las fuerzas (PRI, Frente Ciudadano, más los independientes (excepto Marichuy, la candidata indígena), para acertar una estrategia que le impida a AMLO ganar los comicios democráticamente. De este modo, dejó de ser campaña para trocar en estrategia de Estado destinada a eliminar al candidato que quiere la ciudadanía. Eliminarlo con todo el poder del gobierno más cascadas de dinero del presupuesto, añadido al que les llegue por el narcotráfico.
No se trata de triquiñuelas inocentes sino un operativo donde participa todo el aparato gubernamental, los partidos políticos de oposición (salvo Morena, claro), los independientes cuyos nombres son poco conocidos en su gran mayoría y un detalle relevante, el apoyo de la delincuencia organizada. Todos (ejército incluido) unidos contra André Manuel López Obrador, quien goza de las preferencias del electorado mexicano desde 2006.
El único calificativo que le podemos dar a este robo que la OEA no verá ni por casualidad, es el secuestro brutal de un país a fin de continuar la senda neoliberal; la esclavitud de los trabajadores como ventaja comparativa (salario mínimo, 4 dólares diarios); el crecimiento raquítico del PIB del 2.2% en los últimos treinta años; el aumento incontrolable de la corrupción; la dependencia cipaya a Washington; asimismo, hacer que la ley sea letra muerta; convertir el dinero público en privado y la multiplicación de la delincuencia organizada que, aunque el ejército la ¿combata?, continúa leudando. Es un gobierno de mafiosos, que pretenden seguir destruyendo a México con total impunidad. Como bien dice Linares Zapata desde La Jornada: La información disponible no deja dudas. El México de estos onerosos e injustos tiempos es uno de los de mayor desigualdad comparativa con cualquier otra nación del orbe, incluyendo las africanas.
La pregunta pertinente es si el fraude en México tiene límite. La voz popular está convencida de que estos truhanes pueden hacer cualquier cosa. En tal sentido, la única oposición con futuro es aquella que enarbole la lógica neoliberal, mejor si es altamente delictiva. Quien discrepe, será frenado cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
Empero el problema se torna más agudo. Si el fraude no tiene límite, entonces las mesas receptoras son parte de un teatro que permite la falsificación de actas con autorización tácita del propio INE. En consecuencia, en el recuento general aparecerá como ganador un partido distinto al evidenciado en las mesas escrutadoras. Y cuando se suscite la queja, el INE avalará el acto delictivo, cuyas irregularidades el TRIFE entenderá como nimiedades. Algo que ya se vio en los comicios del Estado de México en julio del corriente.
Sin embargo, la situación ha cambiado con respecto a elecciones anteriores. Todos los partidos de oposición (salvo Morena) están desprestigiados. El PRD se dividió (una parte importante se trasvasó a Morena); el PAN se rompió y la candidata Margarita Zavala esposa del ex presidente Calderón, decidió transitar por el camino independiente; ambos (PAN-PRD) intentan concretar un Frente pero no tienen candidato que satisfaga a las partes. El PRI también se dividió (parte importante vota a Morena) como se vio en las últimas elecciones en el Estado de México donde el Revolucionario Institucional consiguió el 34% de los votos cuando seis años antes habían totalizado un 62% de los sufragios. El partido oficial, por otra parte, vive una gran tensión ya que el candidato priísta es Osorio Chong, actual Secretario de Gobernación, mientras que los del Presidente son Meade (desangelado Secretario de Hacienda) y Nuño (desangelado Secretario de Educación).
Solamente hay un candidato con credibilidad, centro de todas las baterías político-electorales del país. ¿Será que si la victoria es aplastadora, el Presidente Peña Nieto hará algo que provoque la inquietud de organismos internacionales? ¿En tal caso, Nin levantará la voz como lo hizo contra Venezuela y Corea del Norte, o preguntará primero a la embajadora cuál debe ser la mejor respuesta?